Siurana (Tarragona)

jueves, 11 de febrero de 2010


Elevado en un riscal de piedra rojiza, como si hubiera sido emplazada allí por un entusiata del vértigo, Siurana se agarra sobre una punta de roca calcárea en un extremo de la sierra de Gritella. A 737 metros de altura y ceñida por acantilados, preside una magnífica panorámica del valle del río Siurana y su embalse por una cara, y por la otra el barranco de Estopinyà.

La población de apenas 30 habitantes pertenece a la comarca del Priorat, a 52 km de Tarragona. Se accede al pequeño pueblo tomando dirección Cornudella de Montsant, y una vez allí, a través de una carretera sobrecurvada y con alguna que otra rampa tirante y empinada, que obligará a poner al conductor la primera marcha, a no ser que se quiera subir a pie o bicicleta (sólo paro los que estén en forma). Durante la subida al poblacho, la carretera que se eleva entre rojizas paredes rocosas, hace protagonistas a montañeros y escaladores que aprovechan la verticalidad de los rompientes para colgarse de ellos.


 

Pantano de Siurana

El conjunto fue declarado Paisage Pintoresco el 1961 i reclasificado como Conjunto Histórico el 1994. Destaca, a parte del paisaje y el castillo, el nucleo urbano, como exponente de arquitectura rural de montaña, con sus calles empedradas y estrechas y la iglesia románica, con una interesantísma decoración escultórica en su su tímpano.






Mientra Lindes posa, Pepe vigila por si sale un dragón por la ventana


Los musulmanes penetraron en la península Ibérica el año 711. En 714 ya estaban instalados en Cataluña, siguiendo las antiguas vías romanas como itinerario de conquista. La ocupación efectiva del territorio se realizó de forma progresiva, ya que es posible que la primera población musulmana fuese nómada, y no se asentara definitivamente hasta mediados del siglo IX. El territorio de Siurana no empezó a tener importancia hasta el siglo XI, cuando se convirtió en una defensa de primera línea del Islam, principalmente a partir de mediados de siglo, a causa de los primeros intentos del conde de Barcelona, Ramón Berenguer I, de ocupar la ciudad de Tarragona, cosa que provocó la retirada de los musulmanes hacia fortificaciones más seguras en las montañas, retirada definitiva que no tuvo lugar hasta que el conde Ramón Berenguer II hizo un primer intento serio de restaurar la sede de Tarragona, a finales del siglo XI. La situación estratégica de Siurana era muy importante desde el punto de vista militar, y retrasó durante mucho tiempo el avance cristiano.



Las montañas de Prades y buena parte del Priorat conformaban una marca fronteriza organizada en torno al castillo de Siurana. En esa época, a cada castillo le correspondía un vasto territorio con el mismo nombre que el del castillo y que casi siempre se trataba de un topónimo pre-musulmán (en el caso de Siurana, del latín Severiana, pasó a Xibrana -árabe- y finalmente, a Siurana).
El castillo de Siurana era el centro de la vida del extensísimo territorio situado bajo su control: buena parte de la actual comarca del Priorat, así como también de las colindantes Baix Camp y el Alt Camp, la Conca de Barberà y las Garrigues.





Ruinas del Castillo



En 1151 los cristianos habían rodeado todo el valiato de Siurana, quedando la población recluida y rodeada por los cuatro costados. Su caída era solo cuestión de tiempo. Tarragona fue conquistada en 1118,  Tortosa, por su parte, fue conquistada en 1148, y Lérida en 1149. La ocupación de los territorios de Siurana comenzó el año 1153 y el asedio fue dirigido por Bertran de Castellet. La fecha exacta de la conquista del castillo no es segura: algunos la fijan el 29 de abril, día en el que el Conde de Barcelona (Berenguer Arnau) otorga una carta de población a Bertran de Castellet.
El carácter casi épico de la conquista del último reducto musulmán dio lugar a leyendas como la de la Reina Mora.



La Leyenda de la Reina Mora

Cuenta la leyenda, que tiempos de conde Ramón Berenguer IV toda Cataluña pasó a ser de dominio cristiano. Con una sola excepción, que era el reino de Siurana, donde residía el último rey moro Almemoniz, y una reina de singular belleza llamada Abdelazia.
Poco a poco los cristianos fueron conquistando el reino hasta que llegó el día que tan sólo restaba la indómita fortaleza de Siurana. Casi a medio camino al cielo debían llegar los cristianos si querían hacer desaparecer los moros de las tierras catalanas.
Hasta el momento, la conquista del territorio había sido penosa y difícil. Más debía de serlo ahora cuando se enfrentaban a los más duros, pero los guerreros estaban deseosos de encontrarse con aquella reina que de oídas era tan extremadamente bella.
Durante mucho tiempo los cristianos atacaron el castillo, y cuentan que hubieron grandes y crueles combates donde los cristianos se estrellaban contra los muros impenetrables de Siurana, seguía mostrándose infranqueable y su reina lejos de sus ojos.
Se dice que nunca hubieran podido vencer la obstinada resistencia mora si en Siurana no hubiera habido un traidor. Un acaudalado judío de la villa pretendió salvar sus bienes a cambio de liberar el lugar al enemigo. Los cristianos, le ofrecerían todo lo que el quisiera si les enseñaba el camino que llegaba al castillo. El judío les hizo prometer los cristianos además de sus bienes también respetarían las vidas y bienes del resto de judíos siruaneses; pero los cristianos, una vez que se hicieron con las calles de la villa, entraron en estampida y provocando una carnicería de la que pocos bienes se salvaron. Todo fue destruido.
El judío traidor contemplaba el escalofriante espectáculo desde un lugar seguro, tuvo que ver como el fuego devoraba sus bienes y deshacía la villa.  maldijo a los cristianos conquistadores y a Siurana, de tal suerte que los cristianos no se podrían beneficiar de esta inicua conquista porque Siurana ya no volvería a ser nunca más aquello que fue durante la señoría de los moros.  
Mientras tanto, Abdelazia que no contaba con la traición del judío estaba tan segura de la impermeabilidad se su castillo, que cuando los cristianos entraron a la fortaleza, celebraba una fiesta en una de las suntuosas salas del palacio, donde asistían los más nobles siuraneses. El sueño se rompió cuando una flecha penetró por una ventana y se clavó sobre la mesa, delante de la mirada incrédula de los comensales. Era demasiado tarde y todo estaba perdido. La reina, que tanto había defendido Siurana, no podía permitirse caer en las manos del enemigo, y por eso, subió sobre su caballo blanco, y pasó un instante por delante de la vista de los cristianos que la querían atrapar, y tapando los ojos al caballo, se lanzó por el acantilado, pero en el último instante antes del salto, el caballo vio que se dirigían al precipicio e intentó frenar, clavando las patas en el suelo hasta hundirse en la roca, pero igualmente no pudo evitar la fatalidad. La señal imborrable de esta acción desesperada dejó el recuerdo de la gesta para siempre.
Se dice que unos días después de la conquista, el cuerpo de la desafortunada reina fue llevado nuevamente a Siurana para sepultarlo con honor. Pero la reina no era cristiana y su cuerpo no podía introducirse en el interior de la antigua mezquita porque se había consagrado iglesia dedicada a Santa Maríia, ni podía ser enterrada en un cementerio cristiano, con lo que se le hizo una sepultura especial, en la parte externa de la pared del templo, como correspondía a una persona de tan alta saga. Esta sepultura hoy en día todavía existe.







La iglesia románica Maria de Siurana conocida popularmente como la Mare de Déu de l'Aigua, explica por ella misma la importancia de este santuario en las pregarias de los pueblos colindantes, para las tan asiadas lluvias y consiguientes buenas cosechas. Comenzó a construirse tras la reconquista, y su estado de conservación es muy bueno.



Altamente recomendable de visitar, Siurana ofrece hermosas vistas, y sensaciones de paz, calma y tranquilidad, sobre todo en los días despejados. Es rápido de visitar, e incluso se puede comer en el par de restaurantes que han sido reconvertidos aprovechando parte de las casas no habitadas, y comprar productos de la tierra en la tiendecita que preside en la entrada al pueblo. Para los amantes del arte románico, os diré que la iglesia es muy probable que sólo se pueda admirar desde el exterior, ya que será difícil encontrarla abierta. Las ruinas del castillo están muy deterioradas, pero hay un plan de restauración que ya han iniciado, e incluso está proyectado hacer un museo.
La única pega que tiene la visita a Siurana, es que es poco recomendable ir acompañado de niños, ya que para los padres la calma puede convertise en ansiedad. Hay demasiados precipicios al vacío que vigilar, y las rocas esconden demasiadas grietas y escalones para poder dejar a los pequeños a sus anchas. No me quiero ni imaginar si mientras posabamos en la foto de abajo, a Pepe se le hubiera ocurrido pegarme un empujoncito.





SITUACIÓN

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Los gorriones esta vez volaron hacia las abruptas montañas de Siurana. El espectacular paisaje mediterráneo de la zona queda recortado por la figura romántica de un pueblo medieval.
Arriba, èn el gran peñón, donde el viento acaricia continuamente con su beso gélido cada rincón, cada roca, puliéndola, y dándole la forma caprichosa de la natura, se encuentra el castillo de Siurana.
Vigilando el infinito, con el pantano serpenteando a sus pies, testigo y dueño de su propia historia, gobierna el peñón con la solera de unos tiempos ya lejanos, en los que sus protagonistas forjaron un destino de sangrientas luchas, misteriosas leyendas y románticas veladas....
Todo esto lo respiré al sobrevolarlo, yo, el gorrión intrépido.

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